de Carlos Rodríguez DrakeEl autor dice que cualquier Juan puede recorrer mundo, conocer países y saber de sus gentes. Es decir, cualquier Juan puede tener historias. Pero hay que aclarar que no cualquier Juan puede darle a sus cuentos el vuelo literario necesario para que el lector se adentre gustoso en ellos.
Juan ha paseado por mundos recónditos. Fue amigo de brigadieres caballerescos, que tenían cosas que contar; participó de charlas en torno a la magia del lenguaje, donde además de saber algo más de este fino arte del habla uno goza de la experiencia; conoció aviadores intrépidos y voló con ellos; escuchó minúsculos sapitos que encantan con su voz; estuvo en selvas impenetrables, en tierras africanas y lo asaltaron misterios, algunos de ellos sin resolver. Incluso la gallardía de un Sean Connery se pasea por estos cuentos, un Sean Connery tal vez más especial que el propio, uno que de pronto sale de la pantalla para servirnos unas copas y tener la deferencia de conversar con nosotros.
Estos cuentos sorprenden por la sencillez con la que se narran historias maravillosas, que son, aunque parezca increíble en muchos casos, parte de la memoria de su narrador. Quizás un Juan que paradójicamente, no es como todos; este es un Juan que sabe contar.
Carlos Rodríguez Drake nace en España al finalizar la Guerra Civil. Desde que se retira de sus tareas empresarias entre Bagdad y Malabo, pasando por Tucumán y Puerto Rico —con algún aterrizaje forzoso en Costa de Marfil— vive, escribe y pinta en el norte de Córdoba, su tierra de elección.
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