11 Septiembre
2013
Escrito por Ediciones del Boulevard
IMAGENLibro de Edgardo S. Orozco-Vacca «Khututo»
524 p. / 23×15 cm.
ISBN 978-987-556-420-6

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EL LIBRO
Dice Platón (C.428-c.347 a. C.) que los niños atenienses recibían como base de su educación la consigna de «amar toda belleza y rechazar toda fealdad». Así —¡tan fácilmente!— quedaban instruidos para encontrar el bien y objetar el mal. Cada forma, cada sonido era percibido según ese salvoconducto y quedaban con lucidez suficiente para respetar los códigos de la Naturaleza y recibir la sana brisa de los hombres sabios.
Amar la belleza no era extasiarse en la hermosura de Afrodita —Venus— exaltadora de los sentidos, sino rendirle culto a Palas Atenea —Minerva—, diosa de la sabiduría, enaltecedora de los sentimientos y la imaginación. La hermosura está afuera y se ve con los ojos; la belleza está adentro y se mira con el alma.
La Asamblea, el cuerpo gubernativo de Atenas, tenía como miembros a todos los ciudadanos mayores de dieciocho años. La constituían zapateros remendones, chacareros, herreros, carpinteros y tenderos. Ellos votaron la construcción del Partenón y fueron, también, los que llenaron el teatro de las grandes tragedias.
No es necesario imaginar qué es lo que votan nuestros representantes, ni cuáles son los espectáculos a los que concurren; solo hay que suponer que ellos, igualmente, son producto de la educación que han recibido.

¿En qué información se perdió el conocimiento? ¿En qué conocimiento se perdió la sabiduría?

EL AUTOR
El arquitecto profesor Edgardo S. Orozco-Vacca «Khututo» fue titular de las asignaturas Teoría y Método y Ciencias Humanas en la Facultad de Arquitectura Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba y Diseño Arquitectónico 5 en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Córdoba.
Siendo Bachiller Humanista por el Colegio Universitario Central de Mendoza, su impronta le acompañó durante la vida profesional y docente. Entendió que el Hombre es un valor esencial y, entonces, será el fundamento, la trama y el colofón de sus ideas sobre el diseño. Preocupado por «la crisis» que, en forma permanente, sobrelleva la historia de la humanidad rescata las concepciones místicas de todas las tradiciones de todos los tiempos como verdades eternas porque perviven en el corazón del hombre común.
Sus valores lo llevan a discernir que el quid de los buenos propósitos no está en hacer las cosas bien, sino en hacerlas con bondad. Hacer las cosas bien puede llegar a ser un sentimiento egoísta que ha llevado a sobrevalorar ideologías que terminaron defraudando a sus militantes. Pensar hacer bien las cosas es dejarse llevar por un sentimiento bondadoso, procurando el bien ajeno, aun a costa del propio.
«Como no es la razón, sino el sentimiento el que motiva el comportamiento humano, este devendrá ético y estético en tanto producto de un sentimiento altruista».

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