29 Marzo
2007
Escrito por Javier
IMAGENde Octavio G. Carranza Torres
200 p. / 21×14 cm
ISBN 978-987-556-158-8

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Una riña callejera entre dos borrachines termina en tragedia, más por causa de la mala fortuna que de la fiereza del combate. El imputado es un joven estudiante de abogacía, que se oculta en el campo de un amigo de su padre hasta tanto el horizonte se aclare.

En el destierro conoce a Don Filemón: un gaucho sagaz, dispuesto a resolver los casos policiales más complejos a partir de la observación de las personas y una astucia innata.
Heredero de la tradición de Sherlock Holmes, Hércules Poirot y el padre Brown, las aventuras de Don Filemón son develadas de la manera más argentina y amigable posible: en una ronda de mates.

EL AUTOR
El mismísimo Filemón Díaz habla del autor diciendo lo siguiente: “Me han solicitáu que escriba la priesentación de don Otavio G. Carranza Torres. Quise eludir el compromiso porque la escritura no es mi juerte pero dado de quién se trata, esisten razones de amistá que me obligan ‘y no puedo sacale’ la nalga a la jeringa’.
Otavio hace muchos años tenía la mesma edá que yo, porque estuvo en la colimba en 1954, de ahí colijo entonces que nacimos los dos en el mesmo año de 1933. Pero riesulta agora que, según algunos allegados a él, Otavio, el inginiero, declararía tener 63 años. Gûeno, si el chisme es verdadero el Otavio hizo la concrición a los once años. Se aceta que es inginiero y eso debe ser así yo lo conocí desde hace muchos años siempre haciendo obras, por todo el país. Ese título universitario a mí no me esplicaría mucho si no juera acompañáu por otro más importante. Otavio me consta, es un brillante egresáu de la universidá de la calle. Esa es la causa de nuestra afinidá con el escritor, del que estoy hablando. Participamos ambos de un juerte orgullo de patria, a los dos nos iguala un guén cumplimiento ético y moral. Los dos somos sedientos de mate a toda hora. Ambos usamos el sentido intintivo necesario para atuar siempre sin dañar a los demás ni a nosotros mesmos. Por el contrario, buscamos siempre transitar el camino del bien y usamos la prudencia necesaria para manejarnos en una sociedad que a veces no propugna nuestras valorables virtudes. He marcáu algunas coincidencias ente el Otavio y yo. Las disidencias también son muchas, una muy importante es que él desconoce la atividá detetivesca, dudo que haya leído a Cherlo Olmos, en cambio a mí Dios me ha dáu ese don del olfato. ¿Será por el tamaño de mi nariz?”
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