EL LIBRO
¿Qué clase de criatura es una ciudad sitiada?
Un denso clima urbano de final de los tiempos, de noche permanente, entre explosiones y masivos cortes de suministros; una inexplicable variación en la densidad del agua; animales que huyen, desaparecen en bloque o se suicidan según su especie; algo en el cielo que se expande; un topos de incertidumbre, con claustrofóbicos edificios, con autopistas y avenidas surcadas por monadas motorizadas (más que automóviles), interiores furtivos, amenazados y amenazantes; mentalidades que discurren al borde de un abismo (otras que son el abismo), extrañas y desafectadas, inconmovibles; lóbregos rituales expectados; un marcado desmoronamiento de los aparatos de referencia.
¿Es el lenguaje lo que sitia, o es lo sitiado? Difícil saberlo con certeza, las claves de lectura son muchas: ¿Un insondable Apocalipsis? ¿Una oscura fábula distópica? ¿Un vitreaux ennegrecido paulatinamente? ¿Un cuerpo textual (algo-alguien) sitiado entre la parte posterior y el espejo? ¿Metáforas que se literalizan? ¿Una fuga y un abismo puestos en espejo? ¿Ella y él, hasta nunca, por siempre? Es probable que no sea ninguna de estas: la voz narrativa de Ariel San Román (lo mismo que en su anterior novela, Ludivine) está en programa virus-mutante. La prosa en Sitio está estallada, suspendida en el vértigo de los acontecimientos ambiguos de la palabra: arquitectónica (urbanística), se propaga fragmentaria, con esquirlas y estalactitas en la superficie, flota en témpanos. Por momentos, frases que se cortan, produciendo un filo que punza en lo que produce sentido, para luego retraerse al magma del texto, y desde ahí, una vez más, pasar de la meticulosidad descriptiva a la bruma narrativa, siempre en tensión.
Leer este libro: sondear el adentro y el afuera del Sitio.
Rodrigo Cordero Olatte
EL AUTOR
Ariel San Román (Río Gallegos, 1978).
Escritor, productor radial, asesor de guiones, dicen que psicólogo, y un par de cosas más
que preferimos dejar de lado…
Desapareció, o se evaporó cual naftalina, dejando este escrito entre sus anotaciones,y una novela cuidadosamente editada: Ludivine (2007, Ediciones del Boulevard).
Se cree que aún vive.