8 Septiembre
2009
Escrito por Ediciones del Boulevard
IMAGENNovela de Raúl Gambra
132 p. / 21×14 cm
ISBN 978-987-556-257-8

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EL LIBRO
Acá usted va a sufrir, como sufrió en carne propia nuestro amigo, el peligro que corre un enamorado si deja ir a su novia a un viaje tan largo. Con las cuales a veces no se tiene comunicación porque una de ella decía: «No, mirá, yo no mando tarjetas ni nada porque llegan después que llegamos nosotras, así que no te mando nada…».
Calculen los celos y la angustia de un tipo prácticamente incomunicado durante esos desesperantes treinta días en los cuales ni la agencia de viajes, ni los hoteles sabía dar cuenta fehacientemente del sitio de Europa donde estas cretinas estaban.

EL AUTOR
En nuestra Patria, la clase media baja siempre anduvo «al salto por un bizcocho». A los catorce años mi padre me puso la mano en el hombro diciéndome: «en casa falta un mango, y en el otro pueblo necesitan un cadete». Les mandé seis meses el sueldo. No había vacaciones ni sábado inglés. Los domingos me sentaba a leer un libro, atendiendo el único surtidor del pueblo. Luego de cargar veinte litros a Clovis C. Mendoza, el cura de Capilla del Señor, me dice: «Joven, siempre lo veo leyendo, pero no en misa»; le largué un exabrupto más o menos así: «Padre, no creo en Dios ni creeré mientras haya niños que en invierno de madrugada, llueve o truene, buscan los diarios en la estación para venderlos todo el día en el pueblo con un miserable mate cocido en el estómago». Ya había leído a J.Ingenieros; R. Columba; Jauretche; A. L. Palacios y demás. El cura le advirtió a mi abuelo: «Cuidá a tu nieto que tiene ideas avanzadas». Vale la pena aclarar que con el correr del tiempo y al nacer mis hijos volví a la fe.
En Buenos Aires no hubo trabajo que no hiciera. La morriña de provinciano me trajo de vuelta al pago. Terminé el secundario libre a los trompicones. El Rectorado de Olsen Girardi nos permitió rendir examen, lo aprobé y simultáneamente ingresé a trabajar al Banco de Córdoba. Al ir ascendiendo, cada vez leía menos pero ensuciaba cuartillas a más y mejor de las que tengo varios cajones, que rebalsan papeles sucios y ajados (como decía Borges), con los que mis nietos harán en la Fiesta de San Juan una gran fogata, o, espigarán los mejores o no tan malos.
La novia que perdí en Europa es la causa de mis muchos preinfartos.

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