En un paraje remoto donde nada ha sucedido nunca, la llegada de gentes foráneas es un fenómeno casi virtual; cuando se produzca, causará un sinnúmero de interacciones inesperadas. Una mujer japonesa que desata una pasión, un domador de osos que llega desde el frío, un colla filósofo montado en un burro o un artista farero venido desde el mar, son algunas de las extrañas visitas que irrumpirán alterando el sosegado orden pueblerino.
Con humor e ironía, el autor sobrevuela la corrupción política, la arrogancia del poder, la soledad, el desamor, el flagelo del marketing, la Justicia (o su ausencia). En un afilado ejercicio metafórico, desmenuza la esencia de personajes que resultan prototipos reconocibles y construyen un mundo ingenuo y divertido, un mundo delirante que le parecerá tanto más razonable que el nuestro.
El autor fue concebido sin su consentimiento y nacido contra su voluntad en un simple pero emotivo pujido, un acto más cercano al desalojo por la fuerza pública que al alumbramiento. El incidente ocurrió en la mediterránea ciudad de Córdoba en donde el neonato ya no tan novato mora aún hoy para el pesar de sus familiares y conciudadanos.
Buscando sobresalir entre sus semejantes y simular cierta prosperidad económica, el susodicho estudió biología y ejerció diversos oficios y ocupaciones que no guardaban ninguna afinidad con las letras y que por lo tanto no deberían figurar aquí.
Durante todos estos años el autor ha rendido un merecido homenaje de respeto a las grandes plumas de la literatura universal al no escribir jamás ni una sola línea.
A partir de breves colaboraciones enviadas a un programa de radio, surgió la idea de redactar estos textos los cuales se suponían serían de una calidad mediocre, pero que sin embargo, resultaron ser pésimos. Tal vez por esto gustaron a su editor, este buen hombre que con gran estoicismo se ha abocando a la publicación del libro, un éxito editorial que sin lugar a dudas dejará en bancarrota al pobre empresario.
Al finalizar estas páginas usted podrá decir con aires de soberbia que ha leído las obras completas de Mariano Cognigni, una declamación que dejará perplejas a sus amistades por tratarse de un perfecto desconocido, pero que sembrará en ellos la sensación de hallarse ante un lector excelso que está muy por encima del vulgo consumidor de bests sellers.